Cállese, señor García
Por norma general, uno espera que el día -curioso cómo el significado de esta palabra siempre alude a otra cosa- comience por lo menos inmediatamente después que termina el día (o sea, el anterior). Sin embargo, hay días que insisten en andar como en cámara lenta, estirándose y comprimiéndose al compás de la relativa dependencia del tiempo con la gravedad, más precisamente de la gravedad del estado en que uno se encuentra a la hora misma en que el día ya debería haber comenzado hace rato.
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