Trabajo con aparatos, estudio con aparatos. Y los aparatos me hablan, me dicen cosas a los ojos. Hablarme a los ojos no es un capricho de éstos, ni una cosa aleatoria, sino que (por ahora) es la única manera más o menos eficiente que tengo para entender lo que me quieren decir. Por suerte para los aparatos yo tengo dedos y a los aparatos les gusta que les hablemos con los dedos, pues lo que para nosotros no es más que una musiquita plastificada, para los aparatos es lenguaje.