De los espacios (y los estados)

Brevísima reconstrucción de un artículo que no se publicó por causa noble, aunque también porque el autor tomó cierto rumbo del que no pudo salir, quedando enredado en su propio tren de pensamiemto, y que trataba (al menos eso creyó el susodicho) del tema del cual el presente artículo posiblemente trate, si es que los agentes etíliticos no interfieren en su producción: de la forma y el modo en que las redes sociales libres construyen espacios de expresión; de cómo usamos esas redes y su alcance; de otros asuntos que a nadie interesan.

En general, cada vez que se aborda el tema de las redes sociales libres surgen más preguntas que respuestas: ¿son las redes sociales libres espacios adecuados para que nuestras personificaciones virtuales se paseen y hagan sus cosas y vivan su precaria y electrónica vida? ¿Es cierto que son fáciles de entender y de mantener? ¿Por qué a menudo vemos nacer nuevas instancias y morir otras? ¿Cómo debe construirse la red? ¿En qué dirección debe moverse? ¿Qué diferencia una red de otra al momento de elegir en cuál publicar un estado?

Para entrar en el tema basta con preguntarse: ¿qué carajos pasa por la cabeza de una persona en ese momento decisivo de ponerse a publicar su estado, su mente en una red social libre? En primera instancia, pareciera que la difusión de un mensaje requiere más o menos un público suficiente en cantidad y digno en calidad. La asertividad (ponerla donde uno quiere) no es un cuento, de una forma u otra el avatare promedio busca la mayor, ojalá mejor, y sin duda la más trascendente asertividad para que su mensaje llegue (aunque subvencionado y falso) a, valga la redundancia, más trascendente número de avatates. Se notará que aquí digo trascendencia sin despeinarme porque está claro que en cuanto ámbito de redes sociales nada es verdaderamente trascendente en el sentido filosófico del asunto, quedando la cuestión metafísica para sociólogos mal dormidos. Lo trascendente acá es llegar doscientos metros más al este o al norte del vecindario y uno o dos pelos más allá de la nuca de cada quien.

Sin embargo, es clarísimo que esta trascendencia es clave en tanto que es clave también el hecho de que las redes sociales libres son descentralizadas y por lo tanto, cada uno tiene un buen grado de autonomía sobre lo que pasa en su pequeño-mundillo-red. ¿Qué quiere decir esto? Que la red se da libre porque sus usuarios y sus constructores son libres al mismo tiempo que ambos roles se entremezclan y confunden. Esto se da también del lado de enfrente, o sea, el del usuario como lector, como audiencia en el (vaya palabra) fediverso conpuesto por la instancia a la que pertenece el usuario en su interacción con otras instancias. Me explico: la idea, concepto, razón de lucha, noticia relevante, pensamiento surge como un estado en la forma de mensaje y una vez se publica en este contexto de libertad, adquiere otro significado más interesante, estimulando la inteligencia, desarrollando el criterio social, invitando al debate, realimentando la comunidad, trasciendiendo la simple cuestión geográfica, intercambiando la simpleza del alcance masivo por un alcance en profundidad.

Tal es así que a menudo nos planteamos maneras eficientes de provocar interacciones más dichosas. En este sentido, opino que la forma en que funcionan por ejemplo los grupos de gnu-social o las etiquetas en diáspora es valiosísima pues permite que instancias cuyos usuarios poseen nada en común e incluso instancias con un único usuario (que las hay) puedan interactuar en una especie de ámbito reducido, de subred que no está para nada oculta ni separada del todo: instancia global, grupos federados. Lo bueno es que también sirve al revés, es decir, instancias orientadas a usuarios con intereses comunes pero que federan e interactúan globalmente.

Así todo, algo que ocurre con frecuencia en el fediverso es que los administradores de una red deciden abandonarla y cerrarla ¿Qué pasa entonces con sus usuarios? Felizmente nada, pues el fediverso es tan variado y tan descentralizado que los usuarios (a pesar del trago amargo de un primer momento) no sólo están dispuestos a continuar manteniendo la instancia, sino que se animan a abrir sus propias instancias y de esta manera multiplican el espacio. Es cierto que esto no siempre es postivo, pero es inmensamente mejor que la censura y la dependencia al servicio que generan las redes sociales no libres.

Ahora bien, muchos habitantes del fediverso sienten que para ciertas cosas, para la difusión de ciertos mensajes, las redes libres no alcanzan, se quedan chicas o simplemente fracasan. Esto es relativo, y de mi parte no merece más que lo mencione y lo deje a su suerte. Lo que no puedo dejar de notar es el hecho de cómo el éxito de cada tipo de red social libre se da de forma irregular, tanto entre tipos como en el tiempo. Esta irregularidad tiene que ver mucho con lo que ocurre a nivel de desarrollo y cómo la propia tecnología va evolucionando. Por otra parte, están los factores comunes: la publicidad, las tendencias, el momento en el tiempo y hasta quizá cierta capacidad de vencer la inercia.

Como se ve, el humano virtual se va copiando del inevitablemente social humano real, en sus características, en sus intenciones, en sus frustraciones. Así, cada quien va andando a tientas buscando espacios dónde plasmarse y dejar restos de la mente esparcidos por ahí. Al respecto surgen otros tantos interrogantes, pero ya va sonando Debussy invitándome a otros maullidos y a estas horas temo a desvaríos profundos, a ahogarme en verbos y a quedarme sin cerveza…

10.10.17  –  /cosasdelosaparatos   –  #redessocialeslibres  #fediverso  #debate  #pensamiento  #variaciones   –  ziggys 
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